Mesa de madera con distintas variedades de tomates: rojos, verdes, morados y amarillos, algunos enteros, otros cortados, junto a un cuenco de salsa y tomates cherry en racimo.

Si hoy quitáramos el tomate de la cocina española, medio recetario se vendría abajo: ¿qué sería del gazpacho, el salmorejo, los sofritos, el pa amb tomàquet? Pero ojo, porque este fruto —sí, fruta aunque la ley diga lo contrario— no siempre estuvo en nuestra mesa. Al principio lo mirábamos con recelo, casi como si fuera venenoso. Y, sin embargo, ha acabado siendo el rey del plato y de la huerta.


De adorno peligroso a ingrediente estrella

El tomate aterrizó en España en el siglo XVI, traído de América tras el viaje de Colón. Los aztecas ya lo cultivaban y lo llamaban xitomatl. Aquí, en un principio, se plantaba en jardines porque sus frutos rojos decoraban de maravilla, pero nadie se atrevía a hincarle el diente. Se pensaba que podía ser tóxico por pertenecer a la familia de las solanáceas.

Con el tiempo, y sobre todo a partir del siglo XVII, se perdió el miedo. En 1692 ya aparece en un recetario español la primera salsa de tomate. El gazpacho andaluz lo abrazó como si hubiera nacido allí, y en Cataluña, hacia 1884, el pan con tomate empezó a ser una costumbre diaria: untar pan duro con tomate para ablandarlo. En el XIX y XX, la cosa explotó: industrialización agrícola, conservas y, finalmente, el tomate como símbolo de la dieta mediterránea.


Dónde se cultiva y en qué cantidades

Hoy España es potencia mundial en tomates. Andalucía y Extremadura son las campeonas de la producción industrial, sobre todo para conserva y concentrado. La Comunidad Valenciana y Murcia sacan pecho con su huerta fresca, repleta de tomates de ensalada. Navarra y Aragón presumen de joyas como el Feo de Tudela o el Rosa de Barbastro, y en Canarias el tomate canario es marca registrada, resistente y con sabor que viaja bien.

Invernadero con hileras de plantas de tomate altas y frondosas, cargadas de frutos en diferentes estados de maduración, desde verdes hasta rojos, alineadas a ambos lados de un pasillo central.

Las cifras lo dicen todo: España produce varias veces más tomate que países competidores como Marruecos u Holanda. No es solo un producto de mercado; es un pilar de la economía agrícola.


Variedades con acento propio

El catálogo de tomates españoles parece una carta de vinos: cada región tiene el suyo, con nombre, carácter y defensores apasionados.

  • Raf (Almería): el “pata negra” de los tomates. Dulce, jugoso, con un toque ácido.

  • Kumato: ese tomate oscuro y moderno que sorprende por su sabor afrutado.

  • Rosa de Barbastro (Huesca): gigante, carnoso y dulzón.

  • Feo de Tudela (Navarra): feo por fuera, gloria por dentro, con carne densa.

  • Valenciano: enorme, de ensalada, con un sabor de los que llenan boca.

  • Pera (Murcia, Extremadura): alargado, el rey de las conservas y sofritos.

  • Canario: pequeño, firme y con mucho carácter.

  • Montserrat (Cataluña): con forma de corazón y hueco por dentro, ideal para rellenar.

  • Ramallet (Mallorca): el tomate que aguanta meses colgado, base del pa amb oli.

  • Pezón de Venus: delicado y buscado en alta cocina.

Cada uno tiene su sitio y, según a quién preguntes, siempre será “el mejor tomate del mundo”.


Curiosidades jugosas

  • Hubo un tiempo en que se creía que era tóxico. Al final, resultó ser fuente de vitaminas y antioxidantes.

  • En 1893, la Corte Suprema de EE. UU. decretó que el tomate era legalmente “verdura” para impuestos, aunque en realidad es fruta.

  • El pa amb tomàquet se documenta en 1884, como solución para aprovechar pan duro.

Rebanadas de pan tostado untadas con tomate fresco, acompañadas de tomates enteros en rama, una cabeza de ajo y una botella de aceite de oliva sobre la mesa.
  • Cada agosto, Buñol celebra la Tomatina: una batalla campal a base de tomates maduros.

Multitud de personas participan en la Tomatina de Buñol, cubiertos de pulpa y rodeados por miles de tomates rojos aplastados en el suelo, en un ambiente festivo y caótico.
  • En Italia lo bautizaron pomodoro (manzana dorada), en Francia pomme d’amour (manzana del amor). Se llegó a pensar que era afrodisíaco.

  • El consumo per cápita en España ronda los 13 kilos al año. ¿Hace falta más prueba de que lo tenemos en vena?

Plato de rodajas de tomate fresco aliñadas con aceite de oliva y trozos de ajo, acompañado al fondo por un cuenco de aceitunas negras.


El tomate como cultura

El tomate no es solo un ingrediente: es cultura popular. Desde el sofrito que arranca cualquier guiso hasta el gazpacho que refresca veranos, pasando por la tostada con tomate y aceite que desayunan millones de españoles cada día. Incluso se ha ganado su propia fiesta internacional.

Lo curioso es pensar que todo empezó con miedo. De “planta ornamental sospechosa” a “icono nacional”. Pocos alimentos han hecho un viaje tan largo y tan exitoso.


¿Y tú? ¿Con cuál te quedas, con el dulce Rosa de Barbastro, con el feo de Tudela o con el humilde pera de conserva? Cuéntalo en los comentarios: aquí cada huerta tiene su rey.


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