Cuenco de madera rústico lleno de pimientos frescos de diferentes colores (amarillos, verdes, naranjas y rojos) sobre una mesa de madera.

Los pimientos parecen tan nuestros que cuesta imaginar que un día no existieran en los huertos españoles. Hoy los vemos en sofritos, ensaladas, guisos, embutidos y hasta en tapas tan icónicas como los de Padrón. Sin embargo, su viaje hasta convertirse en protagonistas de la cocina española arranca en otro continente y con una historia de siglos que mezcla exploraciones, conventos, tradiciones agrícolas y mucha paciencia de campesinos.

Del Nuevo Mundo a los monasterios

Los primeros pimientos llegaron a la península en 1493, tras el segundo viaje de Cristóbal Colón. Aquellos frutos americanos, parientes de lo que hoy llamamos chiles, fueron acogidos con curiosidad y algo de recelo. No olvidemos que en la Europa de entonces las especias eran un tesoro, y cualquier novedad aromática despertaba interés.

Su auténtico despegue ocurrió en los monasterios extremeños. Los monjes jerónimos de Yuste y Guadalupe aprendieron a cultivar las plantas y, sobre todo, a secarlas con humo de encina y roble. De esa técnica nació el pimentón de La Vera, que con el tiempo se convirtió en condimento fundamental para embutidos como el chorizo. Sin ese polvo rojo ahumado, la charcutería española sería otra.

Con los siglos, el pimiento se extendió por Navarra, Galicia, Euskadi, Murcia o Andalucía. Cada zona lo adaptó a su clima y su cocina, generando variedades propias que hoy tienen reconocimiento internacional.

El pimiento como seña de identidad

Hablar de pimientos en España es hablar de gastronomía con acento regional. Algunos ejemplos:

  • En Galicia, los Padrón o Herbón son la tapa por excelencia. Su gracia está en que “unos pican y otros no”, un azar que depende de factores de cultivo como el riego o el calor.

  • Navarra hizo de los piquillos de Lodosa un símbolo: pequeños, rojos, con forma triangular, siempre asados a leña y pelados a mano.

Primer plano de pimientos del piquillo rojos frescos, con piel brillante y tallos verdes.
  • Euskadi presume de pimientos de Gernika, verdes y delicados, fritos en aceite y servidos con sal gorda.

Cesta de mimbre con pimientos verdes de Gernika frescos, alargados y brillantes.
  • En el País Vasco también reina el pimiento choricero, que se seca para ser base de la salsa vizcaína.

Pimientos choriceros secos junto a un cuenco de madera con salsa de color rojo intenso elaborada con ellos.
  • Levante y Murcia se quedan con la ñora, pequeña y redonda, ideal para sofritos, arroces y la salsa romesco.

Primer plano de una ñora seca de color rojo oscuro con piel arrugada y tallo dorado sobre fondo oscuro.
  • Y en Guipúzcoa no se concibe una mesa de anchoas sin las guindillas de Ibarra, las famosas piparras, suaves y con ese punto ácido que refresca cualquier bocado.

Montón de guindillas de Ibarra frescas, alargadas y de color verde brillante, con algunas piezas rojas entremezcladas.

Cada variedad se ha integrado tanto en los platos que resulta imposible separar producto y cultura.

El pimentón: un invento revolucionario

Pocos condimentos han marcado tanto como el pimentón. El de La Vera tiene denominación de origen y se clasifica en dulce, agridulce y picante. Ese humo de encina que impregna las bayas secas da un carácter inconfundible. En el otro extremo, el pimentón de Murcia, sin ahumado, aporta un rojo vivo y un dulzor más limpio.

Pimientos secos rojos junto a un frasco de cristal volcado que derrama pimentón molido sobre una mesa de madera.

El pimentón no solo colorea y aromatiza: conserva. Por eso se convirtió en aliado de la charcutería, desde el chorizo a la sobrasada. Además, ha marcado recetas que hoy parecen impensables sin él, como el pulpo a feira gallego o muchas sopas castellanas.

Sabores que marcan estilos

  • Dulces: morrones, piquillos o ñoras, con toques suaves y melosos.

  • Verdes y frescos: padrón, gernika, cornicabra, con notas herbáceas.

  • Secos: ñoras y choriceros, que concentran dulzor y color en salsas.

  • Picantes: guindillas de Ibarra o de Ezpeleta, que aportan chispa sin llegar al fuego de los chiles mexicanos.

  • Ahumados: el pimentón de La Vera, único en el mundo por su proceso tradicional.

Curiosidades y anécdotas

  • Los frailes franciscanos de Herbón introdujeron los pimientos en Galicia en el siglo XVI. Hoy siguen cultivándose en esa misma zona bajo una IGP.

  • Los piquillos de Lodosa solo pueden proceder de ocho municipios concretos de Navarra y se recolectan a mano entre septiembre y noviembre.

  • El dicho de los padrón tiene base científica: la capsaicina que da el picor depende de estrés hídrico y temperatura.

  • En Euskadi, las guindillas de Ibarra han llegado a tener su propia fiesta popular.

  • El pimiento choricero, pese a su nombre, rara vez se usa en embutidos; su papel está en las cazuelas.

Opiniones que lo confirman

  • Un amante de los Padrón comentaba: “La gracia está en comerlos en grupo. Siempre hay risas cuando le toca el picante a alguien”.

  • Sobre los piquillos: “Cuando los pruebas asados en horno de leña y rellenos de bacalao, entiendes por qué tienen denominación de origen”.

  • Y del pimentón de La Vera: “Con unas migas o unas patatas revolconas se convierte en el rey del plato. No hay especia igual”.

Más allá de la mesa

El pimiento ha marcado también la economía agrícola. Navarra, Extremadura y Murcia viven en parte de su cultivo y exportación. Además, se ha convertido en embajador: chefs internacionales lo usan en recetas de vanguardia, y productos como el piquillo o el pimentón de La Vera tienen un mercado consolidado fuera de España.

Primer plano de unas manos cortando pimientos rojos en dados pequeños sobre una tabla de madera, con rodajas de pimientos verdes, rojos y amarillos colocadas alrededor.

Incluso en la cultura popular aparecen: refranes, ferias dedicadas y recetas familiares transmitidas generación tras generación.

Conclusión

Del monasterio extremeño al bar de tapas, el pimiento ha recorrido cinco siglos de historia en España. Ha pasado de ser un fruto exótico a ingrediente imprescindible, con variedades que hablan con acento gallego, navarro, vasco, murciano o extremeño.

No hay guiso, tapa o embutido que no se haya beneficiado de su color y su sabor. El pimiento, en todas sus formas, es parte de nuestra identidad gastronómica.

¿Y tú? ¿Eres más de piquillos rellenos, de padrón jugándote el picante, o de un buen guiso con pimentón? Cuéntalo en los comentarios y sigamos alimentando esta historia.


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